La expansión acelerada de la inteligencia artificial (IA) está generando una demanda energética sin precedentes. Desde los centros de datos hasta el entrenamiento de modelos de lenguaje, la IA requiere enormes volúmenes de energía, lo que pone en tensión las redes eléctricas y plantea un dilema energético a escala global. Ante este escenario, la energía nuclear reaparece como una opción estratégica, especialmente en su versión moderna: los reactores modulares pequeños, que ofrecen alta generación, estabilidad y una baja huella de carbono.

En Estados Unidos, las principales compañías tecnológicas ya están avanzando con acuerdos concretos en esta dirección. Meta (empresa matriz de Facebook) cerró un contrato con una central nuclear de Illinois para asegurarse energía limpia por las próximas dos décadas. A su vez, Google, Microsoft y Amazon también están explorando alianzas para acceder a energía nuclear que garantice continuidad operativa y sostenibilidad ambiental. Esta tendencia marca un giro en la política energética del sector tecnológico global.

La clave está en los reactores modulares, una innovación tecnológica que permite desarrollar centrales más pequeñas, seguras y adaptables. A diferencia de los modelos tradicionales que protagonizaron accidentes históricos como Chernobyl o Fukushima, estos nuevos diseños incorporan medidas de seguridad avanzadas y protocolos automáticos de contención. Además, pueden instalarse en zonas remotas y operar de forma independiente o integrada con otras fuentes renovables.

En este contexto, Argentina aparece como un país con ventajas comparativas. Su trayectoria en energía nuclear es extensa y reconocida, con hitos como la construcción de reactores de investigación y centrales comerciales. Destaca especialmente el rol de INVAP —empresa estatal de la provincia de Río Negro— y su proyecto CAREm, un reactor modular diseñado y desarrollado localmente que podría posicionarse en el mercado internacional si se logra completar su desarrollo y certificación.

Entre 2025 y 2035 se abre una ventana estratégica a nivel global para el despliegue y comercialización de estos reactores. Los países que logren contar con prototipos operativos y sistemas validados podrán liderar la transición energética de la era digital. Para Argentina, esto representa una oportunidad concreta de transformarse en proveedor global de tecnología nuclear aplicada a la IA, exportando innovación y fortaleciendo su sector científico-industrial.

Sin embargo, el camino no está libre de desafíos. Existen barreras técnicas, como la necesidad de ciertos insumos estratégicos, y también obstáculos financieros que requieren decisiones políticas sostenidas, cooperación público-privada y financiamiento internacional. Superar estas dificultades es clave para no quedar rezagados frente a competidores con mayor músculo económico.

La convergencia entre inteligencia artificial y energía nuclear es una de las grandes apuestas tecnológicas del presente. Su articulación puede ser el motor de una nueva matriz energética más limpia, estable y compatible con los objetivos climáticos. Argentina tiene la experiencia, el talento y los proyectos para ser parte de esta transformación global. El desafío es convertir ese potencial en realidad concreta.

Esta información surge de una entrevista realizada a Sebastián Di Domenica en el programa Canal E. El video completo se encuentra disponible en el siguiente enlace: https://youtu.be/Qde1zHXikZ0?si=eNGe0tahGTC1HSDc.