Por Sebastián Di Domenica. La inteligencia artificial y la robótica se han convertido en el nuevo campo de batalla geopolítico del siglo XXI, y en el que China y Estados Unidos libran una competencia sin precedentes por el dominio tecnológico mundial. Esta carrera no será solo determinante en la perspectiva de la innovación, sino que también marcará qué nación establecerá las reglas del juego en la economía digital global.

China ya ha demostrado ser el líder indiscutible en el sector de la robótica, y para eso desplegó una estrategia integral que combina inversión estatal, desarrollo tecnológico empresarial y una visión a largo plazo. Por su parte, Estados Unidos mantiene su supremacía en dos áreas cruciales: los modelos de lenguaje de inteligencia artificial y la producción de semiconductores, sectores que constituyen la columna vertebral de la revolución tecnológica actual.

A finales de julio de 2025, Shanghai se convirtió en el epicentro de esta rivalidad tecnológica durante la Conferencia Mundial de Inteligencia Artificial (WAIC). En este escenario, China no solo exhibió su poderío en robótica y modelos LLM propios, sino que lanzó una propuesta ambiciosa: un plan de gobernanza global de la IA que busca diferenciarse radicalmente del AI Action Plan presentado por la administración de Donald Trump para Estados Unidos.

Las estrategias de ambas superpotencias reflejan filosofías diametralmente opuestas sobre el desarrollo tecnológico. China propone un modelo de gobernanza global basado en la cooperación internacional, al apostar por regulaciones que aseguren un desarrollo responsable de la IA y para el beneficio de la sociedad (además de un férreo control estatal en el ámbito interno). En contraposición, Estados Unidos, bajo la doctrina "America First", prioriza la innovación privada y la autonomía tecnológica, reduciendo las regulaciones para maximizar la competitividad nacional y la libertad de publicación.

Europa, mientras tanto, se posiciona más cerca del enfoque chino, al abogar por una inteligencia artificial regulada que priorice el bienestar colectivo sobre los intereses puramente comerciales. Esta alineación europea con la visión china marca un cambio significativo en el equilibrio geopolítico tradicional y podría definir nuevas alianzas tecnológicas globales.

La urgencia de esta discusión se intensificó con las advertencias del pionero de la IA, el científico británico Geoffrey Hinton, quien participó en la conferencia de Shanghai. Hinton utilizó una metáfora impactante para describir los riesgos del desarrollo acelerado de la inteligencia artificial: "Es como un cachorro de tigre que ahora es simpático y chiquito, pero que crecerá y podría volverse incontrolable. Nos puede comer o impedir que salgamos de casa".

Esta analogía del "cachorro de tigre" resonó profundamente en la conferencia, subrayando la paradoja fundamental de la IA: su inmenso potencial beneficioso coexiste con riesgos existenciales que podrían materializarse si el desarrollo continúa sin las salvaguardas adecuadas. La metáfora de Hinton encapsula la tensión entre la innovación acelerada y la necesidad de precaución.

La carrera entre China y Estados Unidos por liderar en IA y robótica trasciende la mera competencia tecnológica para convertirse en una lucha por definir el futuro de la economía por venir. La necesidad de una regulación global efectiva se vuelve cada vez más crítica, no solo para mitigar los riesgos identificados por expertos como Hinton, sino para asegurar que los beneficios de estas tecnologías revolucionarias se distribuyan equitativamente y contribuyan al bienestar global y no para exacerbar las desigualdades existentes.

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