La llegada de la inteligencia artificial ha transformado radicalmente el panorama informativo, especialmente durante los períodos electorales. Los deepfakes —videos manipulados mediante IA que resultan prácticamente indistinguibles de la realidad— representan una amenaza creciente para la integridad de los procesos democráticos. Motores avanzados como Sora y las herramientas de Google están produciendo contenido audiovisual cada vez más sofisticado, donde la línea entre lo auténtico y lo fabricado se vuelve casi imperceptible.

Ante este escenario, la primera recomendación de los expertos es cultivar una saludable dosis de escepticismo. Desconfiar de todo lo que se ve en internet no es paranoia, sino una necesidad en la era digital. Los videos que circulan en redes sociales, especialmente aquellos que presentan declaraciones polémicas de figuras políticas, deben ser recibidos con cautela y sometidos a verificación antes de ser compartidos o considerados como verdaderos.

La verificación de información debe convertirse en un hábito esencial para cualquier ciudadano. Cuando aparece un video comprometedor de un candidato o funcionario público, el primer paso consiste en visitar sus redes sociales oficiales para confirmar si efectivamente realizó esas declaraciones. Este simple ejercicio puede evitar la propagación de contenido manipulado diseñado para influir en la opinión pública durante momentos críticos.

Los medios de comunicación establecidos juegan un rol fundamental en este ecosistema informativo. A diferencia de las redes sociales, donde cualquiera puede publicar sin filtros, los medios tradicionales mantienen equipos de verificación y protocolos editoriales que, aunque no son infalibles, ofrecen una capa adicional de confiabilidad. Recurrir a estas fuentes reconocidas sigue siendo una estrategia válida para contrastar información dudosa.

Sin embargo, incluso las herramientas de inteligencia artificial que muchos utilizan para informarse presentan limitaciones importantes. Motores como ChatGPT, aunque útiles, pueden mezclar fuentes confiables con otras cuestionables, generando resúmenes que combinan información verificada con datos erróneos o sesgados. Esta característica los convierte en herramientas inadecuadas como única fuente de información, especialmente en contextos electorales donde cada dato puede influir en el voto.

El problema se agrava durante las campañas políticas, cuando los actores interesados en manipular la opinión pública intensifican sus esfuerzos. Videos falsos, declaraciones sacadas de contexto y noticias fabricadas inundan las redes sociales con el objetivo de confundir al electorado. En este contexto, la verificación cruzada de información y la consulta de múltiples fuentes se vuelven prácticas indispensables para el ejercicio responsable del derecho al voto.

El panorama futuro no es alentador en términos de facilidad para distinguir lo verdadero de lo falso. La tecnología continúa avanzando, haciendo que las falsificaciones sean cada vez más convincentes y accesibles. Esta realidad exige que el público desarrolle mayor vigilancia y discernimiento, transformando el consumo pasivo de información en un proceso activo de análisis crítico.

Frente a estos desafíos, la educación digital se presenta como una herramienta fundamental. Aprender a identificar señales de manipulación, conocer los mecanismos de verificación disponibles y cultivar el hábito de cuestionar la información son habilidades que todos los ciudadanos deben desarrollar para proteger la integridad de los procesos democráticos en la era de la desinformación.

**Para profundizar en este tema, se puede consultar la entrevista completa en:** https://youtu.be/p2_33lvIJAc?si=xe66_ejocQ4eC9Hk