El proyecto Stargate Argentina, que propone la construcción de un colosal centro de datos en la Patagonia, ha generado un intenso debate sobre sus posibles consecuencias para el país. Según el análisis de Sebastián Di Domenica, este emprendimiento, que promete ser uno de los más grandes del mundo, no solo representa una inversión multimillonaria, sino también una serie de riesgos que podrían afectar tanto al medio ambiente como a la soberanía nacional.
Uno de los principales cuestionamientos que surgen de los dichos de Di Domenica se centra en el impacto ambiental del proyecto. El centro de datos demandaría un consumo energético equivalente al de una ciudad como Rosario, lo que plantea serias dudas sobre la capacidad del sistema eléctrico argentino para sostenerlo, especialmente en un contexto de recurrentes cortes de energía. La Patagonia, región elegida para su instalación, ya enfrenta desafíos en el suministro de recursos básicos, y este proyecto agravaría la presión sobre un sistema que, según el analista, no está preparado para asumir una carga de tal magnitud.
El consumo de agua es otro de los puntos críticos destacados por Di Domenica. Los centros de datos requieren enormes cantidades de este recurso para refrigerar sus servidores, incluso cuando se implementan sistemas de reutilización. La evaporación y el posible deterioro de la calidad del agua podrían tener consecuencias irreversibles en una zona donde la escasez hídrica ya es una realidad. El analista recuerda el caso de un centro de datos en Indiana, Estados Unidos, que agotó casi por completo un lago cercano, afectando gravemente a las comunidades agrícolas de la región, y advierte que un escenario similar no puede descartarse en la Patagonia.
Más allá de las preocupaciones ambientales, Di Domenica alerta sobre las implicancias geopolíticas del proyecto. Stargate Argentina se convertiría en un "cerebro tecnológico" para empresas estadounidenses como OpenAI, en un momento en que las tensiones entre China y Estados Unidos definen el tablero global. Según su análisis, esta dependencia tecnológica podría transformar al país en un objetivo estratégico en medio de la guerra comercial y los conflictos bélicos, exponiendo a Argentina a riesgos que van más allá de lo económico.
El analista también subraya la necesidad de que Argentina diversifique sus alianzas en el campo de la inteligencia artificial. En lugar de concentrar sus esfuerzos en un único socio, como Estados Unidos, el país debería explorar colaboraciones con otras potencias tecnológicas, como India, Brasil, Corea del Sur o la Unión Europea. Di Domenica señala que, actualmente, Argentina ocupa el sexto lugar en Latinoamérica en desarrollo de IA, por detrás de Chile, Brasil, Uruguay, Costa Rica y Colombia, lo que refleja un atraso que no se solucionará con un solo proyecto, por más ambicioso que sea.
Para Di Domenica, la inversión que representa Stargate Argentina no debe nublar la visión crítica que el país necesita adoptar. Si bien reconoce que el proyecto podría traer beneficios económicos, insiste en que estos deben evaluarse en relación con los costos ambientales y geopolíticos. Argentina, según su perspectiva, requiere de un plan integral que le permita avanzar en el campo de la inteligencia artificial sin hipotecar sus recursos naturales ni comprometer su autonomía en un escenario internacional cada vez más complejo.
El analista no descarta por completo las ventajas del proyecto, pero advierte que estas deben ser sopesadas con extrema cautela. La construcción de un centro de datos de esta envergadura podría posicionar a Argentina en el mapa tecnológico global, pero a un precio que, según Di Domenica, el país no está en condiciones de pagar. La dependencia energética, la escasez de agua y la exposición geopolítica son factores que, en su opinión, no pueden ignorarse en pos de un supuesto progreso.
En definitiva, la mirada de Di Domenica invita a reflexionar sobre el futuro que Argentina quiere construir. Stargate Argentina no es solo un proyecto tecnológico, sino una decisión que definirá el rumbo del país en materia ambiental, energética y de relaciones internacionales. La pregunta que queda en el aire es si el país está dispuesto a asumir los riesgos que, según el analista, superan ampliamente los beneficios prometidos.
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